¿Quién tiene la culpa,
o quién se abandona
a su propio yo,
para despojarse de sus entrañas
desatando un infierno
de dudas y temores?,
¿qué hace que recurran
a someter sus caprichos
al volátil afán de su verdad?,
se culpa al destino por infiel,
al pobre por su pobreza,
se culpa a la marea
por sus altibajos
y a los pájaros por su canto,
en el frágil equilibrio
de su vuelo,
se culpa al error,
por ir a la par
con la equivocación
y me culpo yo en mi debilidad
por el atavío en el amor.
Culpa intensa
ramera y traviesa,
decretas que eres
la reina de las mañas,
porque traes aflicción,
porque tientas al infeliz
en el miedo a tu mirada
culpa secreta,
tesoro escondido
nadie te sueña,
dueña de nada,
tú eres la sombra
de las salvajadas
carente de duelo,
perfecta extraña,
no sabes crear
y se agotan tus armas.
Culpable
porque te cegaste
y te entregaste por entera
a una deuda muy vieja y ajena,
que resultó pasajera,
no entiendes razones,
persistes en tu imagen
sin contemplaciones,
más vale que ocultes
tus resbalones,
insisto en que desaparezcas,
con todo y maleta
llevándote tu cuento
a otro planeta
corrido misterio
de turbaciones
nadie vive contigo
ni a empujones.
Deuteronomio 21, 9.- “Y tu quitarás la culpa de la sangre inocente de en medio de ti, cuando hicieres lo que es recto ante los ojos de Jehová”.
