EL ENREDO DE UNA TELARANA

De puros nudos
se ha enredado la telaraña,
está tejiendo en su centro
su propia trampa,
no recuerda siquiera su rostro,
ni el color de sus cabellos,
ni el olor de sus pensamientos,
aprisionada en su doblez,
dormida en un caudal
de vistosos fragmentos,
que salpican a distancia,
vistiendo el segmento
de grises paradas,
asombro al descuido
de incesantes peldaños
que ponen por énfasis
su adelantada reacción.

Trabaja despacio
calculando cada paso,
se bebe su teoría
en un solo sorbo
con un encanto nato,
confiada en su estrategia
se acelera y pisa en falso
y se delata a sí misma
en su propio enredo,
fruto de su chocolate,
no sabe que ha de caer,
al verter su veneno.

No oculta el cinismo
de su angosta carnada,
ceñida a su cuello y a pulso
se ata más al caos total
de su apretada agenda,
se que sufre una gran tortura,
y hace que tropiecen en ella,
el desfile de los deslices,
al asomo de su congoja,
en un huracán perpetuo
de errático silencio.

Adsorbe por completo,
al someter a sus caprichos
a cuantos se dicen inocentes
o se hacen llamar ignorantes,
o impregnados de incapacidad,
si al mismo tiempo se detienen
a aceptar esos insultos,
la manera bestial
para caerse a trancazos
con la cruel realidad,
en la opulenta decisión
y en el reflejo de su poderío
anotando de un solo golpe
a la larga lista de favores
que le debe a la poesía.

No eres lista telaraña,
has mostrado tu debilidad,
tu fuerte está derrotado,
y la tierra misma
te ha de cobrar,
vociferas si quieres,
en tu morbosa realidad,
te has vestido en tu sospecha,
y tu amenaza ha de acabar,
si no eres fiel a la poesía,
nadie te ha de amar.

Romanos 11, 9.-“Y David dice: Sea vuelto su convite en trampa y en red, en tropezadero y en retribución”.